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Médula: Parte I

Escrito por Philippe Deregnac | 20 octubre 2025
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ÖSSZETANULHATTUNK VOLNA

János Marno (azt hittem: vas)*
 
Una mañana de marzo de 1822, Samuel Barrett Edes, capitán del Pacific Trader, un barco que operaba entre Boston y las Indias Orientales, se despertó con una gran resaca en el puerto de Batavia. Había estado bebiendo toda la noche Arrack, una mezcla desastrosa de melaza de caña fermentada y arroz rojo.
El puerto de Batavia olía a especias, pescado y humo de tabaco. Edes, tambaleante, salió a caminar por los muelles, buscando aire fresco. Fue entonces cuando vio a unos marineros holandeses mostrando una criatura disecada: una sirena, mitad mono, mitad pez, con una expresión de agonía y padecimiento congelada en su rostro. Discutían con unos marineros japoneses, dueños del animal —o artefacto—, sobre un precio razonable.
 
Barrett Edes vio en esa criatura la posibilidad de hacer millones. Corrió entonces hasta la taberna, subió a su habitación, cogió sus acciones del barco y bajó gritando a todo pulmón que su mercante, el The Pickering, era de quien le diera ahora mismo 6,000 reales de a ocho. Una suma irrisoria que apenas pagaba la carga que contenía el barco. Un capitán inglés de apellido Branborrough aceptó de inmediato y le pasó el dinero. Barrett Edes corrió hasta el puerto, donde la discusión entre los marineros holandeses y japoneses por el justo precio de la sirena seguía estancada. Entonces le gritó a los japoneses: “¡5,000 ahora por el animal!”. Los holandeses se rieron de él. Los japoneses aceptaron de inmediato. Barrett Edes tomó a la criatura en sus manos y se sintió el hombre más poderoso del mundo.
 
“¡Tú me harás millonario, tú eres mi boleto a la felicidad!”, se repitió.
 
La realidad distó de aquello. Samuel Barrett Edes volvió a Londres, donde solo logró exhibirla por un tiempo. Y aunque fue una gran atracción entre la sociedad de la época, luego de unos meses ya nadie se interesó, y Barrett Edes estuvo lejos de recuperar el capital invertido, muriendo más tarde en la absoluta pobreza. Probablemente, sea este el primer caso históricamente documentado de un canto de sirena.
 
Otro canto de sirena que te lleva a estrellarte contra las rocas en medio del océano es el magiar. Un lenguaje hipnótico que, cuando sale de los labios de una mujer, te deja encerrado por un tiempo en su prosodia. Cuando descubrí esta trampa ya era tarde: estaba embrujado por el canto y seducido por las largas piernas y los vestidos cortos de la hija del poeta.
 
Como Barrett Edes, la conocí una mañana de resaca y no pude despegar mi vista de ella. Pensé también que sería mi boleto a la felicidad. Al igual que el desdichado capitán del Pacific Trader, partí corriendo a deshacerme de mis pertenencias, a venderlo todo a precio de huevo por un nuevo boleto a Budapest para estar a su lado. Así es como llegué a encontrarme una tarde de octubre, fría aunque soleada, caminando por Andrássy út en dirección al Castillo de Vajdahunyad.
 
*¿Alguien sabe realmente qué significa el apagón?... // era una niña delgada // con un vestido negro ajustado al cuerpo // PUDIMOS HABER APRENDIDO EL UNO DEL OTRO. ( 'Pensé que era (de) hierro' János Marno, trad. libre)